En las regiones en crisis del mundo, Conflictfood sale en busca de los mejores alimentos regionales para ayudar a la población local y demostrar que también se puede "vivir" en zonas de guerra. Así ocurre también en Afganistán: donde antes crecían plantas de opio, ahora un colectivo independiente de mujeres cultiva a mano fino azafrán con métodos tradicionales.
El comercio justo y directo empodera a las agricultoras. El delicado hilo del pistilo de la planta del azafrán oriental es la más preciada de todas las especias. Se necesitan entre 150 y 200 flores para producir un solo gramo de azafrán. La cosecha debe hacerse a mano en pocas semanas. Un recolector sólo consigue 60 gramos al día. El esfuerzo merece la pena: incluso en cantidades ínfimas, el azafrán difunde su aroma único y tiñe los alimentos de amarillo dorado. Por ejemplo, el azafrán se puede utilizar para la bullabesa, el tagine, la paella, el risotto, la repostería, el helado y mucho más.
El azafrán procede del oeste de Afganistán. Debido a la situación política actual, nos abstenemos de nombrar personas y lugares en detalle para proteger a los implicados. No obstante, nuestro socio Conflictfood mantiene un diálogo constante con el colectivo.
Nuestro consumo está cambiando el mundo.
Conflictfood también apoya el proyecto Paiwand-e-Noor (Fuente de Luz) en Kabul. Este hogar infantil de Kabul proporciona un hogar seguro a casi 100 niños y niñas heridos de guerra.
El té verde ecológico de cultivo silvestre, el jengibre seco y el té negro proceden del pueblo Ta'ang de Myanmar, que lleva muchas generaciones cultivando té y otras plantas útiles según tradiciones ancestrales.
Los productos Conflictfood se envasan con cariño en Berlín, en un taller para personas con discapacidad.